jueves, 7 de julio de 2011

¿Que cuánto estaré en Niamey? Pues una hora, digo... 8 días.


Y al quinto día apareció la mochila. Pensándolo bien me alegro de que haya desaparecido unos días, eso me permitió conocer Niamey, su ruido, su caos, sus toyotas, su tierra, su gente, mucha gente. Primer paso por una capital africana, y no empezaba muy bien, ni siquiera había sido planeado. La curiosa costumbre que parece tener la Royal Air Maroc de enviar a los pasajeros y a sus maletas por separado me hizo perder el bus a Zinder, y me hizo conocer a madame Raila, lentísima, seria, pero simpática trabajadora del aeropuerto que tuvo la amabilidad de acompañarme a la embajada de España (a cambio, eso sí, de un regalito de 5 euros que no dudó en pedirme).

Afortunadamente conseguí mantener la calma, ¡nada de estresarse en África!, y esto fue fácil gracias al buen trato recibido en la embajada. Rápidamente conseguí asesoramiento, consejos, y hasta alojamiento hasta que apareciera mi mochila y pudiera continuar viaje. ¡Qué gente tan maja! y por cierto… ¡qué calor! El sol apareció para caer sobre mí. “Esto no es nada, si hubieras llegado hace un mes…” Supongo que me habría derretido.

Una tormenta casi tropical se asomó al Sahel para empapar Niamey en mi primera noche. Bendita agua, pero la ciudad no parece estar preparada para esto. La tierra se convierte en barro y las calles en una incómoda sucesión de charcos.

Los mercados rebosan vida. Al grito de ¡Nasara!, artesanos, sastres, verduleros, fruteros, carniceros… ven despertar sus mejores técnicas de venta al ver pasar al blanco. Este seguramente vaya rodeado de niños que venden chicles, bolsas… que piden regalos, que se ofrecen para cargar su compra. Nasara no está solo en el mercado. A nasara le gustaría ser uno más, le gustaría no tener forma de dólar. Le gustaría que no intentaran timarle o robarle (inocentísimo intento).

Pero sobretodo me gustaría que esta gente estuviese más atendida, que no hubiese niños, minusválidos, ciegos… pidiendo en las calles. Que los organismos locales e internacionales trabajaran por erradicar tan dolorosas desigualdades (y lo consiguieran).

Tras más de 60 años de unión de naciones, de derechos humanos, de ayudas oficiales al desarrollo, de proyectos de cooperación, de programas mundiales de alimentación, bancos mundiales, fondos monetarios internacionales, objetivos del milenio, misiones, caridad, solidaridad… el día a día sigue siendo este. Parece que algo se hizo y está haciendo mal.

Níger ilumina los hogares europeos alimentando las centrales francesas con su uranio, mientras el país más pobre del mundo sigue viviendo en la oscura realidad de la pobreza y el hambre.

2 comentarios:

  1. Y es que, mi querido Fede, todo lo nombrado en el penúltimo parrafo no es más que otra forma de inversión capitalista, y no sólo de dinero, sino sobre todo inversión de poder y control gracias a las deudas que se crean, y al complejo de inferioridad perpetuo que tienen estos pueblos y gobiernos pendientes siempre de esa ayuda paternalista de occidente. Y así será mientras el desarrollo y la cooperación dejen de servirse de la lógica capitalista como base de funcionamiento. Mucho ánimo crack ¡

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  2. AdriÁn! Pues sí... muchas veces me pregunto si es lo correcto lo que estoy haciendo. No tanto por lo que hago yo concretamente, si no por estar dentro de toda una forma de hacer las cosas que creo que no llegará nunca a la solución que se supone que busca. Pero bueno, para eso estoy aquí, para aprender y encontrar respuesta a esas preguntas...
    Un abrazo!!

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