miércoles, 12 de octubre de 2011

Visita a Sallaga, campamento nómada. Segundo día. Objetividades y subjetividades.

El día amaneció temprano. A las 6:30 el sol ya había dado toda la vuelta y empezaba a asomar. Los niños y las mujeres ya andaban de aquí para allá, mientras los hombres se preparaban para echarse a la buena sombra y tomar el primer té del día.

Los Peul son un pueblo con más de mil años de historia. Fueron la primera etnia de la zona saheliana en convertirse al Islam, alrededor del siglo XVI, y ayudaron a su propagación. Aunque su dispersión ha creado diferentes estados de devoción religiosa entre los Peul.

En este caso, según he podido ver, son musulmanes moderados. Encontrándonos en época de ramadán, nadie espera a la puesta del sol para comer y beber, lo cual podría tener aquí un grado mayor de dificultad debido a las duras condiciones de vida del campamento y lo duro del trabajo. Tampoco son muy serios con las cinco oraciones diarias que predica el dogma islámico. Pero sí se puede notar la orientación religiosa, por ejemplo, en la distanciada posición de roles entre hombres y mujeres (como si hiciera falta ser musulmán para que esto ocurra). No digo con esto ni con anteriores comentarios que los hombres no trabajen, pero sí que disfrutan de un período de reposo que las mujeres no tienen.

La vida nómada tiene cierto paréntesis en la época de lluvias, que es de aproximadamente 3 meses coincidiendo con el verano septentrional. En los otros 9 meses, los hombres salen con el ganado en busca de zonas húmedas y pastos. Hacen incursiones de unas dos semanas antes de volver momentáneamente al campamento. Esas incursiones no son necesarias en esta época puesto que los pastos florecen por todas partes y los animales encuentran su alimento en los alrededores del propio campamento. Además es el momento de dedicarse a su otra actividad, la agricultura, la cual sólo puede llevarse a cabo en este período.

El trabajo de la mujer no permite vacaciones. Dos de ellas se acercaron para traernos pasta de mijo y leche. Éste era el menú habitual, tanto como desayuno, como almuerzo o como cena. Productos locales 100%, lo cual no está mal, aunque la alimentación no sea lo más completa posible.

Y la mañana siguió tan sedentaria como el día anterior. Así que ante la falta de actividad cogí la cámara y comencé a sacar fotos. Fotos únicas e irrepetibles en un rincón especial del planeta y con gente especial. Los Peul son muy cuidadosos con su imagen. Tienen un extenso repertorio de peculiares peinados, y para fiestas o representaciones culturales se maquillan y visten con sus ropas tradicionales. Son altos y delgados. Estilizados, elegantes. Y es habitual que porten un espejito en el bolsillo.


Tras la sesión de fotos me disponía a guardar la cámara, cuando Riskoi me dijo: “espera, no la guardes, saca fotos a esto: vamos a degollar a una cabra”. “… Toma… sácalas tú”. La cabra que llevaba un rato dando vueltas a nuestro alrededor sería nuestro plato principal. Esto ya era trabajo para los hombres, quienes se ocuparon de todo el proceso. No podía rechazar la invitación, así que estiré el brazo y el tenedor y cogí un pequeño trozo de algo, que resultó ser parte del hígado. Qué mala suerte, nunca me gustó el hígado. No estaba bueno, me costó pero tragué y pasé el mal trago.

Después de comer eran los niños los encargados de recoger todo. En realidad los niños, y sobre todo las niñas, son encargados de muchas cosas. Se pasan el día portando cosas de un lado para otro, se ocupan de los animales, machacan los granos de mijo, cuidan de los más pequeños… Como también ocurría antes en el campo, por ejemplo, en España, los hijos son vistos como mano de obra. Cuantos más hijos tengas hoy, más trabajadores tendrás a tu disposición mañana. Y en un país donde no se aspira a una jubilación o a un plan de pensiones, los hijos son un seguro para la vejez.

En una familia musulmana esto toma más relevancia. El jefe jefazo del campamento tiene dos mujeres, y el número de hijos creo que está siendo estudiado. Por lo tanto siempre habrá un niño a golpe de grito para alcanzar, por ejemplo, la cuchara que está a dos metros de un hombre sentado. Sé que no puedo ver esto con cómodos ojos “primermundistas”, pero no sé hasta qué punto todo esto es aceptable culturalmente o simplemente un abuso de poder masculino. Que la mujer sea una máquina de hacer pequeños trabajadores… es como el trozo de hígado: me cuesta tragarlo.

Por la noche se dio un hecho curioso. El campamento tiene una pequeña colina, y es allí el único lugar donde los móviles, con muchas dificultades, tienen cobertura. Allí fuimos tras la cena para hacer una llamada. Móvil en mano, y brazo en alto, Riskoi no conseguía señal. Entonces apareció la gran idea. Llamaron a gritos desde allí a un niño para que trajera a un camello. El camello vino, se acostó, montó a Riskoi con su móvil y se levantó. Desde ahí arriba sería mucho más fácil hacer la llamada. La imagen de un nómada peul a lomos de un camello, con el brazo en alto intentando encontrar en el aire cobertura para su móvil me pareció de lo más curiosa. Una peculiar mezcla entre la tradición y la modernidad, de la que no escapan ni los más alejados del “desarrollo” y la civilización.

Y así murió el segundo día. A la mañana siguiente nos esperaba el viaje de vuelta, con todos sus contratiempos, y el momento de empezar a repasar y reflexionar sobre lo vivido en el campamento.

Continuará…


3 comentarios:

  1. Con lo rico que esta el hígado(de verdad, debí ser el único niño que le gustaba comer hígado)
    Neniño me tienes enganchao.
    Voy a empezar a leer tus post con apuntes porque en cada párrafo me gusta una cosa y luego en el comentario no suelto mas q tonterías(muy en mi linea...)
    Muchas felicidades, espero que haya la foto del camello-antena...

    ResponderEliminar
  2. Me gusta tu segundo dia aunque he de confesar que mi favorito es el primero...

    esperando ansiosa fotos y tercer capitulo!!!

    Muchos bss!!!Federiiiiicooooo!!()eelo con mi chirriante tono de voz) :)

    ResponderEliminar
  3. Fede Kapuscinski dijo...

    Lo que es muy en tu línea es lo de engancharte...
    De tonterías nada. Por cierto, veré qué se puede hacer con eso del camello-antena, las fotos no son muy allá.

    Aviso que el tercer día no dio para mucho.

    Por cierto, Mery, casi me quedo sordo...

    Besosss!

    ResponderEliminar